Excelente artículo de Jorge Olcina, Catedrático de Geografía de la Universidad de Alicante, en el Diario Levante El Mercantil Valenciano. Lo reproduzco:
Impresiona ver la imagen de una crecida fluvial desde el aire. Si es una
inundación relámpago, como muchas de las que ocurren en el área mediterránea,
la vista aérea es la imagen de la fuerza del agua, de sus arrastres violentos.
Si se trata de la inundación masiva en un gran río, la imagen desde el aire
muestra la enormidad del territorio fluvial. Es lo que hemos podido ver estos
días en el valle del Ebro. En uno y otro caso, el color ocre del sedimento
transportado tiñe las imágenes de este fenómeno natural y da idea de la
extensión que es propia del río, que le corresponde por hecho y por derecho. Lo
demás es obra del ser humano: la ocupación con campos de cultivos, con infraestructuras
o con viviendas del área inundable y la realidad de unas obras de defensa que
no sirven de mucho. Nadie cuestiona esto. Pero la culpa, eso sí, es del río.
Que malvado es el río. Habrá que «castigarlo», habrá que «meterlo en cintura»
para que no lo vuelva a hacer. Y como resultado de todo ello, en poco tiempo,
seguiremos ocupando el espacio inundable y construyendo obras que sirven de
poco creando sensaciones de falta seguridad ante las crecidas fluviales. Que no
se cumplan las leyes de agua, del suelo y de ordenación del territorio, importa
poco. Pero eso sí, el río tiene la culpa. ¡¡¡ Que se habrá creído?¡¡¡. Y, como
remate, resurgen los típicos argumentos sin sentido ni base científica alguna
pero que siempre encuentran eco mediático: qué desperdicio de aguas tiradas al
mar; se podían haber aprovechado para un trasvase. Sin palabras.
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