miércoles, 19 de junio de 2013

Salud para los ríos pirenaicos

Bienvenidas estas crecidas de junio, magníficas para mejorar la salud de nuestros ríos, enfermos crónicos a causa de la regulación y los encauzamientos.
Una vez más los ríos han demostrado cuál es su territorio y lo han ocupado denunciando el urbanismo desbocado de las últimas décadas. Pero ningún culpable del boom urbanístico asume su responsabilidad, nadie reconoce que se ha construido imprudentemente dentro del río, pero todos piden de nuevo, como siempre, las ridículas limpiezas y dragados. ¿Qué tiene que pasar para que aprendamos?
Y en este caso, nuestra felicitación a la CHE por multar a la Val d’Aran por haber ejecutado limpiezas en el cauce sin permiso, por fin una buena gestión ambiental.

jueves, 6 de junio de 2013

Y he aquí de nuevo el dragado urbano

Al parecer, diferentes colectivos recreativos han vuelto a solicitar al Ayuntamiento el dragado del Ebro en Zaragoza. El consistorio está encantado con la propuesta y ya se ha solicitado al INAGA y a la CHE que lo permitan, que no pongan trabas ambientales. Y éstos, tan solícitos como siempre, ya han dado las bendiciones. O sea, lo de siempre. La propuesta es de bajo presupuesto y “suave”, empleándose el eufemismo de que solo se van a “recolocar y dispersar” las gravas sin extraerlas.

Como tantas otras veces, año tras año, hay que insistir en que el dragado es dañino para el río, altera su geomorfología y afecta a sus seres vivos, modifica condiciones de flujo y puede ser a medio plazo peligroso. Y además es inútil, como se demuestra año tras año, constituyendo una inversión insostenible. También supone una mala práctica ambiental muy negativa por cuanto puede justificar otros dragados igualmente denunciables. Y es un muy mal ejemplo para una sociedad urbana muy necesitada de educación ambiental.

¿Para cuándo una navegación sostenible económica y ambientalmente? Espero que pronto alguien entre en razón y tanto las embarcaciones como las zonas de embarque se adapten a las características del cauce del Ebro. Un río como el nuestro solo permite embarcaciones de mínimo calado y exige modificar continuamente, en función de la dinámica fluvial, los recorridos y las zonas de salida y llegada. Si se quiere navegar en un río mediterráneo de gravas hay que aceptar estas condiciones.