miércoles, 6 de noviembre de 2013

ATROCIDADES EN EL RÍO ÉSERA

Uno de nuestros mayores problemas ambientales es el destrozo impune que se ejecuta sobre nuestros ríos después de que éstos hayan sufrido una crecida. Se invierte dinero público (en el caso del Ésera más de 4 millones de euros) en unas actuaciones denominadas "obras de emergencia" que suponen auténticas atrocidades ejecutadas con maquinaria pesada convirtiendo nuestros ríos en pistas de aterrizaje.

El daño ya está hecho y no podemos frenarlo, pero que quede constancia de nuestra denuncia pública, que realizamos sobre todo para educar, para que la sociedad civil no vuelva a permitir este tipo de actuaciones.

Sobre las atrocidades en el río Ésera me hago eco de la nota de prensa emitida hoy por el CIREF:
CIREF • Miércoles, 6 de Noviembre de 2013
Los días 17 y 18 de junio el tramo alto del río Ésera, fundamentalmente en su discurrir por el Valle de Benasque, sufrió una importante avenida fluvial. Más allá de la recurrencia de estos eventos, con situaciones similares en los años 60 del pasado siglo, los días posteriores a la crecida dejaron bien a las claras los errores de gestión fluvial cometidos durante muchos años.
Buena parte de los sistemas de defensa colocados a modo de escolleras ceñidas al cauce menor del río se han mostrado ineficientes ante eventos de una magnitud importante. Tras la crecida la mayor parte de ellos han desaparecido. Incluso los muros defensivos de la zona urbana y periurbana han sufrido severos daños, dejando edificios enteros, cuya correcta ubicación es cuanto menos dudosa, expuestos a nuevas crecidas durante meses, o directamente arrasados por unas aguas que reclamaban su territorio.
El río Ésera dibujó con nitidez una amplia llanura de inundación tanto aguas arriba como aguas abajo del núcleo de Benasque, dinamizando también las zonas bajas del Valle. En unas horas el río generó nuevos cauces, amplió meandros y curvas, movilizó y depositó sedimentos... en suma, en unas horas el río Ésera recuperó una parte de lo que defensas, embalses, derivaciones para usos hidroeléctricos, políticas urbanísticas aberrantes, etc, le habían robado durante décadas. Recuperó su naturalidad.
 
Ante esto, las actuaciones que se están llevando a cabo por parte de la Confederación Hidrográfica del Ebro, sin proyecto, sin evaluación de impacto y sin ningún tipo de sensibilidad ambiental, están destrozando todo ese dinamismo y naturalidad recuperada por un río que, no olvidemos, se encuentra en una zona de alta montaña, elevada naturalidad y a las puertas de un Parque Natural. De nuevo se olvidan las recomendaciones europeas, con sentido común y de lo económico, que nos dicen que deberíamos planificar el uso del territorio y dejar para el río parte de lo que es suyo, dejando zonas libres para la inundación sin daños y respetando el espacio fluvial. Así, no olvidemos que la Directiva europea de Inundaciones señala que habría que considerar el “territorio en riesgo como no urbanizable (…) incluida la posibilidad de retirar construcciones o instalaciones existentes que supongan un grave riesgo”.
 
El río había redistribuido gran cantidad de sedimento, generando un cauce mayor con brazos y curvas acordes con su dinámica natural; sin embargo, ahora la administración está removiendo, transportando y depositando cantidades ingentes de estos sedimentos. Se están apelmazando en las llanuras de inundación y se está generado un cauce totalmente lineal, sin brazos secundarios y con márgenes regularizados y, en buena parte, de nuevo, con escolleras. El cauce menor, en ocasiones formando múltiples brazos por el aporte de sedimentos y el descenso de la pendiente, está siendo destrozado, creándose uno totalmente nuevo en el que los saltos, los remansos, las pozas y todos los materiales del lecho están absolutamente desnaturalizados.
 
En resumen, una vez más, las actuaciones que se están ejecutando, y que ya se han llevado a cabo de forma más puntual en otras zonas como los Llanos del Hospital o Senarta, no responden a una gestión coherente, responsable y respetuosa de un sistema fluvial. Se está eliminando por completo cualquier atisbo de naturalidad y se vuelve a caer en los mismos errores que han conducido, tantas veces, a los mismos resultados. De nuevo, las soluciones más "populares", amparadas en los grandes movimientos de tierra y en la generación de ríos totalmente antropizados, incidiendo en la sensación de falsa seguridad que estos crean en la población, son las que se llevan a cabo y, de nuevo, se destroza un río que había conseguido dinamizarse.
Habrá que esperar a que el río Ésera, como tantos otros, vuelva a demostrarnos que es más que ese canal que están creando para él. Habrá que esperar a que el río Ésera retome los que se dicen que son orígenes de su nombre, y que cuando eso suceda los gestores sepan actuar con coherencia. Ésera: Es y será.

Esta nota ya está empezando a ser recogida por los medios, por ejemplo: http://www.heraldo.es/noticias/aragon/huesca_provincia/2013/11/06/el_centro_iberico_restauracion_fluvial_critica_las_actuaciones_che_esera_255869_1101026.html

Y el reportaje fotográfico de Daniel Mora, geógrafo de Benasque, lo tenéis en:
https://www.facebook.com/media/set/?set=a.172496606284097.1073741835.124903947710030&type=1

Estas fotografías son de este pasado fin de semana. Pero Daniel hizo otras unas semanas antes, mostrando atrocidades similares en un tramo más alto del valle, en Llanos del Hospital y Senarta. Las proyecté en la charla que impartí el pasado 26 de octubre en el VII Seminario del Geoparque de Sobrarbe.

jueves, 31 de octubre de 2013

EL RÍO BERGANTES NO SE TOCA

Un tramo de río magnífico, singular, de los más valiosos de la cuenca del Ebro, está amenazado por la construcción de un nuevo embalse. Resulta que la actual presa de Calanda en el río Guadalope presenta problemas de seguridad y en lugar de arreglar esas deficiencias se quiere hacer una presa nueva en el afluente Bergantes, con un altísimo coste económico y ambiental, afectando a un LIC con 5 hábitats de interés comunitario. Y todo ello para reducir el riesgo de inundación aguas abajo, en un curso bajo del Guadalope en el que se han permitido importantes invasiones del Dominio Público Hidráulico.
Es evidente que el proyecto de presa en el Bergantes no cumple la Directiva Marco del Agua (2000/60/CE), que obliga a mantener el buen estado ecológico de los ríos, construyendo una nueva presa cuando hay posibilidad de reparar una ya existente. Y como señala la Directiva 2007/60/CE de Evaluación y gestión de los riesgos de inundación, “los planes de gestión deben centrarse en la prevención, la protección y la preparación (…) y con miras a dar más espacio a los ríos, deben tomar en consideración, cuando sea posible, el mantenimiento o el restablecimiento de llanuras aluviales.” El Real Decreto 903/2010 que traspone dicha Directiva reclama que “se evite el deterioro injustificado de los ecosistemas fluviales y costeros, potenciando las medidas de tipo no estructural contra las inundaciones” (art. 11.1.d).
Hubo estudios de seguridad en 1988 y 1990 que concluyeron claramente que era factible aumentar la capacidad de desagüe de la presa de Calanda en el Guadalope para resolver su problema de seguridad, medida cuyo impacto ambiental sería infinitamente menor que la construcción de una nueva presa en el Bergantes. Pero está claro que hay que hacer una nueva presa porque hay intereses económicos en juego, presiones para invertir en hormigón. El estudio de impacto ambiental ya demostró que había una decisión ya tomada de construir una presa en el Bergantes, costase lo que costase, presentando un análisis de alternativas claramente dirigido y una incoherente valoración de impactos, en general definidos como compatibles.
En 2013 no podemos permitir que el Bergantes se destruya con una presa, por el gran valor geomorfológico y ambiental del tramo afectado y porque no se puede seguir pensando en el anacronismo de que las presas son la mejor solución para reducir los riesgos de inundación. Hoy sabemos que hay otros medios y las directivas europeas lo confirman.
La solución para mitigar el riesgo de inundación en el Guadalope está en la ordenación del territorio y en la devolución de espacio al río. Buena parte de los problemas se deben a una canalización insostenible del río Guadalope, que requiere medidas urgentes de devolución de espacio al río y recuperación de la llanura de inundación para evitar el incremento de velocidades, disipar la energía y regular correctamente el transporte de sedimentos. Los riesgos de inundación del Guadalope deben resolverse en el mismo Guadalope, reduciendo los bienes expuestos, y no con la regulación de sus afluentes, regulación que llevaría a una falsa sensación de seguridad y a la mayor proliferación de nuevos bienes y edificios en los espacios inundables aguas abajo.
Nuestro apoyo y agradecimiento a los habitantes de Aguaviva por oponerse a la presa y por defender su valioso río Bergantes. Enlace a su blog: http://elbergantesnosetoca.blogspot.com.es/

miércoles, 9 de octubre de 2013

50 ANIVERSARIO DE LA CATÁSTROFE DEL VAJONT

Hoy 9 de octubre se cumplen 50 años de la catástrofe del Vajont. Un gran deslizamiento de 270 hectómetros cúbicos de la ladera norte del monte Toc cayó dentro del embalse de Vajont (en Dolomitas, unos 100 km al N de Venecia) durante su tercer llenado (la presa había sido concluida en 1960, siendo en aquel momento la más alta del mundo de las de tipo bóveda). Se formó una gran ola de 235 m que saltó por encima de la presa sin derribarla y arrasó las poblaciones situadas en el valle aguas abajo (Longarone, Pirago, Villanova, Rivalta, Faè) causando unas 2.000 víctimas mortales.

Hasta el momento es la mayor tragedia generada por la mala ubicación de un embalse. Constituye una lección indispensable para comprender los riesgos, producidos casi siempre, como ocurrió en el Vajont, por la codicia económica impuesta por la fuerza por encima de la prudencia y del sentido común y sin respetar las leyes de funcionamiento de los sistemas naturales.

En el Vajont también hubo personas valientes que advirtieron del peligro y estudiaron el riesgo sin ser escuchadas. Pensemos ahora en Yesa, aquí al lado, en sus laderas inestables, y en tantos otros embalses en situaciones de riesgo similares. Han pasado 50 años pero las codicias económicas siguen ahí, y también hay científicos que alertan, y tampoco se les hace caso.

domingo, 22 de septiembre de 2013

SÍSIFO Y LOS SUMIDEROS DE ÁRIDOS

Sísifo fue castigado por los dioses a la ceguera y a un trabajo duro e inútil: subir una roca hasta una montaña para que cayera desde allí y volver a bajar a por ella para volverla a subir, así permanentemente. El mito de Sísifo se dedica a los que realizan esfuerzos inútiles, sin fruto. Como reflexionaba Albert Camus, quizás Sísifo sintiera un corto momento de placer en el momento en que alcanzaba la cumbre y arrojaba de nuevo la roca. La misma sensación positiva deben sentir los sesudos gestores de nuestros pobres ríos cuando ejecutan uno de sus dragados, hasta que pocas semanas o meses después, en la siguiente crecida, el río vuelva a dejar nuevos sedimentos en su sitio. Así que a dragar otra vez, a dilapidar dinero de todos en una tarea inútil, una y otra vez, año tras año, realimentando el mito de Sísifo en pleno siglo XXI.

Esto viene a cuento de que hoy se menciona en la prensa navarra, por supuesto con gran regocijo, que se está eliminando una isla en el Ebro en Castejón. Esta isla lleva tiempo allí y ha crecido; está dentro de un tramo canalizado hace unos 25 años. La propia canalización ha favorecido el depósito. Pero, claro, la solución lógica de romper la canalización y dar mayor anchura y libertad al río no se contempla, lo que se contempla es el dragado de la isla, solución temporal que nos recuerda el mito de Sísifo.

Y esta triste suerte de la isla de Castejón será sufrida, en cuanto puedan esquivar las "trabas ambientales”, por otros depósitos de sedimentos del río (“sumideros de áridos” según el ¿lenguaje? oficial) en una sucesión de trabajo y dinero despilfarrado, un atentado en toda regla contra las leyes naturales del río, que erosiona y sedimenta donde tiene que hacerlo, aunque casi siempre condicionado por las chapuzas que se han acometido en el último medio siglo en orillas y riberas.

viernes, 23 de agosto de 2013

Las gravas son el río y el río es de todos

Hace un mes ya salió a la luz un inventario realizado por la Confederación Hidrográfica del Ebro de "sumideros de áridos" (curiosísima y totalmente novedosa denominación a nivel "científico" mundial) en el curso medio del Ebro en los que potencialmente se podrían sacar gravas del cauce.
Hoy en Heraldo de Aragón y a página completa se publicita la genial idea bajo el título "La CHE plantea generalizar las limpiezas de cauce en el tramo medio del Ebro" (por cierto, oportunísima la cita de Shakespeare que encabeza la página: «Los actos contra la naturaleza engendran disturbios contra la naturaleza», nada más cierto, y así nos irá si este "proyecto" se lleva a cabo).
Los responsables de la propuesta aciertan (nos han leído ya muchas veces a los muchos científicos que trabajamos en esto) sobre las causas de la problemática de la acumulación de sedimentos y vegetación en el curso medio del Ebro: en efecto, la reducción de crecidas por la regulación, el incremento de nutrientes y unas motas continuas que cada vez constriñen más el cauce, son responsables de que en algunos sectores se hayan consolidado los depósitos sedimentarios y las gravas no puedan ser bien movilizadas por el río. Se habla de otro factor más hipotético (reconocen que no lo han estudiado bien): un supuesto incremento de sedimentos desde la corta artificial de meandros en el bajo Arga (se dice en el artículo que se hizo en los años 60 pero fue en los 80). O sea, que el río está mal y tiene dificultades en el transporte y la sedimentación por efecto de embalses, motas, agricultura e imprudentes canalizaciones. Me alegro mucho de que por fin se reconozca.
Ahora bien, la solución planteada no es, como debería ser, regular menos desde los embalses, eliminar las motas o echarlas atrás, depurar los vertidos agrarios y restaurar los antiguos meandros del Arga. Ni mucho menos. La solución que plantean es seguir atentando contra el río, una huida hacia adelante, dragar, eliminar nada menos que 170 playas de grava extrayendo más de 4 millones de metros cúbicos, muchos de ellos en espacios protegidos. Es una gran burrada, no puedo calificarla de otra manera. ¿Y para qué? Para beneficiar a unos pocos con intereses económicos en las riberas y en el propio negocio de las gravas o con intereses personales en progresar en su carrera política, y mientras tanto perjudicarnos a todos los demás, a todos los que queremos seguir disfrutando para nosotros y nuestros descendientes del gran patrimonio natural que son las gravas, que es el río. Porque las gravas son el río y el río es de todos, a pesar de que los medios de comunicación se esfuercen en las demagógicas consignas de hacer creer a todo el mundo que las "limpiezas" son buenas, que dan seguridad a la población y encima ahora generan empleo.
En fin, no merece la pena perder el tiempo escribiendo más ahora, ya se denunciará en Europa y donde haga falta cuando llegue el momento.
  

viernes, 9 de agosto de 2013

Tras las sanas crecidas… las chapuzas destructoras

Soy un río cualquiera. He tenido mi crecida, con la que he evacuado lluvias y deshielos, me he limpiado, he distribuido alimentos, he fertilizado, he creado hábitats, he movilizado sedimentos y los he dejado en el mejor sitio, preparados para que la siguiente crecida los siga llevando aguas abajo. La crecida es salud, no puedo vivir sin ella, ni yo ni todos los seres vivos que me acompañan. Esto incluye al Homo sapiens, aunque la mayoría de ellos no lo entiende.

Pero todos los ríos que en los últimos meses hemos tenido esta gran suerte de vivir una crecida estamos sufriendo ahora las típicas chapuzas de los que dicen que tienen competencias sobre nosotros, y aquí estamos con las máquinas dentro del cauce. A mi hermano Ebro que, gracias a sus crecidas del pasado invierno, este verano casi no tiene algas ni mosca negra, le han metido máquinas porque dicen que ha colocado las gravas donde no debiera, y encima resulta que rompió alguna defensa, de esas que tanto molestan estrechando y no dejando que el río se regule él solo con toda su sabiduría de miles y miles de años. A mis hermanos pirenaicos que se desbordaron en junio (y qué culpa tienen de que hayan llenado de edificios sus espacios de inundación) les están haciendo ahora de todo: máquinas arriba y abajo, gravas y bloques que quitan de aquí y recolocan allá, desvíos, ampliaciones de la capacidad de desagüe, en fin, de risa, como si los ríos no supiéramos por dónde tenemos que ir. Y en Castiello de Jaca, donde habían chapuceado hace unos meses, esta nueva crecida aunque más pequeña se filtró y encharcó las casas y casi vuelve por donde debiera. Me cuentan que todas estas chapuzas están gustando mucho a residentes y veraneantes, que comentan “ya era hora de que lo limpiaran”, “mira, mira, pues con esto se está generando empleo”. Claro, es muy visual, lo cual encanta también a los políticos. Qué le vamos a hacer,  los humanos de estas tierras saben muy poco de lo que es un río y están encantados con todo este chapuceo, aunque se financie con el dinero de todos. Creo que en Francia pasa menos, allí en los mismos días de junio se desbordaron también los ríos pirenaicos, incluso quedaron varias carreteras cortadas que aún no han podido reparar, están en ello y tienen para meses. Pero allí el dinero público ha ido a arreglar las carreteras y no a meter máquinas en el cauce para chapucear.
En fin, vamos a disfrutar ahora de los estiajes (son mis vacaciones, trabajo menos, aunque estoy de guardia por si tengo que evacuar alguna tormenta) y a esperar a la siguiente crecida que nos volverá a dar vida y al siguiente chapuceo posterior, porque estos no cambian.

Termino con un aviso a los investigadores en geomorfología fluvial del futuro (si quedan ríos dentro de 200 años y si quedan geomorfólogos fluviales): no os volváis locos analizando los depósitos de sedimentos, veréis que hay huellas de crecida junto con restos raros de materiales removidos colocados en sitios extraños, no fue el río el que lo hizo sino los chapuceros que vinieron con las máquinas unos días después de la crecida; observad que encima hay una nueva capa que muestra que el río dejó cada cosa en su sitio, hasta que volvieron de nuevo estos chapuceros; y además de estudiar los registros sedimentarios leed blogs como este, que intentaban contar lo mal que se trataban los ríos por los humanos a comienzos del siglo XXI.

miércoles, 19 de junio de 2013

Salud para los ríos pirenaicos

Bienvenidas estas crecidas de junio, magníficas para mejorar la salud de nuestros ríos, enfermos crónicos a causa de la regulación y los encauzamientos.
Una vez más los ríos han demostrado cuál es su territorio y lo han ocupado denunciando el urbanismo desbocado de las últimas décadas. Pero ningún culpable del boom urbanístico asume su responsabilidad, nadie reconoce que se ha construido imprudentemente dentro del río, pero todos piden de nuevo, como siempre, las ridículas limpiezas y dragados. ¿Qué tiene que pasar para que aprendamos?
Y en este caso, nuestra felicitación a la CHE por multar a la Val d’Aran por haber ejecutado limpiezas en el cauce sin permiso, por fin una buena gestión ambiental.

jueves, 6 de junio de 2013

Y he aquí de nuevo el dragado urbano

Al parecer, diferentes colectivos recreativos han vuelto a solicitar al Ayuntamiento el dragado del Ebro en Zaragoza. El consistorio está encantado con la propuesta y ya se ha solicitado al INAGA y a la CHE que lo permitan, que no pongan trabas ambientales. Y éstos, tan solícitos como siempre, ya han dado las bendiciones. O sea, lo de siempre. La propuesta es de bajo presupuesto y “suave”, empleándose el eufemismo de que solo se van a “recolocar y dispersar” las gravas sin extraerlas.

Como tantas otras veces, año tras año, hay que insistir en que el dragado es dañino para el río, altera su geomorfología y afecta a sus seres vivos, modifica condiciones de flujo y puede ser a medio plazo peligroso. Y además es inútil, como se demuestra año tras año, constituyendo una inversión insostenible. También supone una mala práctica ambiental muy negativa por cuanto puede justificar otros dragados igualmente denunciables. Y es un muy mal ejemplo para una sociedad urbana muy necesitada de educación ambiental.

¿Para cuándo una navegación sostenible económica y ambientalmente? Espero que pronto alguien entre en razón y tanto las embarcaciones como las zonas de embarque se adapten a las características del cauce del Ebro. Un río como el nuestro solo permite embarcaciones de mínimo calado y exige modificar continuamente, en función de la dinámica fluvial, los recorridos y las zonas de salida y llegada. Si se quiere navegar en un río mediterráneo de gravas hay que aceptar estas condiciones.

martes, 21 de mayo de 2013

Castiello de Jaca y la falsa seguridad (Publicado en Heraldo de Aragón el 29 de Mayo de 2013, Tribuna, pag. 20)

Llevo casi 20 años impartiendo la asignatura Análisis de Riesgos Naturales, primero en la Universidad del País Vasco, después en la de Zaragoza. En gestión de riesgos hay un principio fundamental, el de prudencia. También hay un concepto fundamental que se estudia en geografía del riesgo, en sociología del riesgo y en psicología del riesgo: es el concepto de falsa sensación de seguridad o excesiva confianza, muy habitual cuando después de una catástrofe se ejecutan obras de corrección con las que se asegura que el problema está solucionado.

Hace medio año, en octubre de 2012, se produjo una importante avenida en el río Aragón, que ocupó todo su cauce en Castiello de Jaca, derribando unas viviendas unifamiliares (ver entrada en este blog del 15 de noviembre de 2012: EL CASO DEL RÍO ARAGÓN Y CASTIELLO DE JACA: IRRESPONSABILIDAD Y DINERO PÚBLICO TIRADO). Fue un proceso totalmente natural, generado por importantes lluvias y ayudado localmente por un deslizamiento en la ladera. El río, lógicamente, tomó con fuerza durante la crecida el camino más corto, más directo y con mayor pendiente, que correspondía a un antiguo cauce secundario que alimentaba un molino. La urbanización, llamada por ello “El Molino”, se había construido sobre ese cauce. Afortunadamente no hubo víctimas, pero el suceso nos trajo el recuerdo de la catástrofe del camping de Biescas y de tantos otros casos de crecimiento urbanístico en zonas de elevado riesgo.
Después de la crecida, la Confederación Hidrográfica del Ebro ha realizado unos trabajos de reconducción del río al cauce principal, de refuerzo de las orillas con escollera y de relleno del antiguo cauce secundario. Con ello el río Aragón vuelve a la misma situación que tenía justo antes de la crecida.
Una vez concluidos estos trabajos, las administraciones competentes han permitido a los propietarios volver a ocupar sus viviendas. No es una decisión prudente y caen en la falsa sensación de seguridad generada por las obras realizadas. Porque el río Aragón está ahí y seguirá teniendo crecidas, y querrá de nuevo coger el camino más corto de su antiguo cauce, y las laderas del flysch pirenaico están ahí y seguirán viviendo deslizamientos. Lo que tendrían que haber hecho las administraciones implicadas es posibilitar a los afectados el acceso a otras viviendas fuera del río o indemnizarlos convenientemente.
Estamos, por tanto, ante un nuevo ejemplo, de esos que aparecen en los manuales de la asignatura de Riesgos Naturales, de no aplicar el principio de prudencia y de acogerse a la imprudente falsa sensación de seguridad. El principio de prudencia viene a decir que hay que estar preparados para lo peor y que la peor crecida quizás esté aún por llegar.

Ahora son los afectados los que tienen que decidir: o falsa seguridad o prudencia. Mi recomendación es que no vuelvan a vivir en el cauce y zona de intenso desagüe del río Aragón, por muchas escolleras que se hayan colocado. El río ha avisado con mucha claridad.

domingo, 12 de mayo de 2013

Agradecimiento a Ecologistas en Acción de la Ribera

Ha sido un gran honor recibir el premio Medio Ambiente 2012 de parte de Ecologistas en Acción de la Ribera, un premio ya con solera que reconoce la labor en defensa del medio ambiente.  
No estoy acostumbrado a estas cosas y me siento muy orgulloso porque el premio lo hace grande el colectivo que lo otorga, un grupo de personas volcadas con su tierra, con la defensa del medio en el que viven, con la conservación de su patrimonio natural, peleando contra tantos impactos y tantas irresponsabilidades. Un grupo de personas con los que compartí una tarde y noche inolvidables en Tudela el pasado día 4 de mayo. Preciosa la talla emblemática del Castil de Tierra bardenero, realizada en madera de olivo por el artista Marino.
Un premio que no es  realmente para mí, sino para un equipo: para mi familia, para los jóvenes geógrafos que han estado conmigo en tantos trabajos y para todos los que compartimos la labor del Centro Ibérico de Restauración Fluvial.
Muchas gracias, amigos de la Ribera navarra del Ebro, me habéis llenado de ánimo para seguir luchando en defensa de nuestros ríos.
 
Muchas gracias también a mis compañeros del CIREF por la reseña del premio que han incluido en la web: http://www.cirefluvial.com/noticias_ver.php?id=242

viernes, 12 de abril de 2013

Tres nuevos apuntes sobre la crecida del Ebro


En las últimas semanas siguen insistiendo en los medios los que aseguran que el cauce del Ebro se está elevando y que hay que dragarlo. Quiero comentar tres aspectos:
1)      Se está dando por hecho que es cierta esa elevación del cauce, pero nadie ha expuesto todavía una prueba fehaciente de ello. Se dice, por ejemplo, que se ha elevado el cauce en las secciones concretas de las estaciones de aforo de Castejón y Zaragoza, pero son puntos concretos (alejados casi 150 km de cauce entre sí) que nunca pueden extrapolarse a tramos. También comentan muchos ribereños la acreción de barras de sedimentos locales en sus pueblos, pero no dejan de ser barras puntuales, que es lógico que crezcan en cada crecida, paralelamente a l proceso inverso (incisión) en el mismo lugar en la orilla opuesta. A esas observaciones de acreción podemos añadir otras tantas de incisión: un ejemplo constatable es el del puente de Buñuel.

2)      Si fuera cierto que de forma generalizada se está asistiendo a una acreción o elevación del lecho, no cabe duda de que el factor es antrópico y consiste en la continuidad y la excesiva proximidad de las motas de defensa en ambas márgenes, motas que no permiten una distribución de sedimentos por toda la llanura de inundación, sino que la restringen al espacio inter-motas. Por tanto, la solución nunca sería dragar, ya que no se solucionaría el problema y habría que estar dragando constantemente. La única solución viable sería echar atrás las motas, alejarlas todo lo posible del cauce menor o bien eliminarlas. Por el contrario, no es solución colocar compuertas en las motas para expandir selectivamente la inundación, ya que por esas compuertas entrará caudal y sedimento fino, pero no sedimento medio y grueso. No queda otra que quitar las motas.

3)      En intervenciones en los medios se están tergiversando los datos reales de superficie inundada, tratando de demostrar que “actualmente con menos caudal se está inundando igual o más espacio que en crecidas del pasado”, argumento que conduce también a solicitar el dragado. Pero esto es totalmente falso. En el tramo aragonés del Ebro la crecida de 1961, con 4.130 m3/s en Zaragoza, inundó unas 35.000 hectáreas agrarias, la crecida de 2003, con 2.830 m3/s, inundó 25.000 hectáreas agrarias (la fotografía aérea que se tomó lo demuestra) y la crecida de 2013, con alrededor de 2.000 m3/s en Zaragoza (no hay datos oficiales), ha inundado algo menos de 9.000 hectáreas. Creo que las cifras no pueden ser más claras.

El debate es muy didáctico. Seguiremos investigando…

miércoles, 27 de marzo de 2013

El calvario del río Gállego, mártir de la mala gestión del agua


Hoy la Sociedad Española de Ornitología ha publicado un excelente y sintético artículo sobre la problemática del río Gállego.
http://www.seo.org/2013/03/27/el-calvario-del-rio-gallego-martir-de-la-mala-la-gestion-del-agua/
Y hoy he disfrutado del curso bajo del Gállego en una excursión con el Centro de Formación Río Gállego. Este tramo se mantiene muy vivo gracias a la crecida de octubre de 2012, que dinamizó y rejuveneció sus procesos hidrogeomorfológicos y ecológicos. Algo tenemos que hacer por salvar este valioso sistema fluvial tan dañado desde su cabecera y tan amenazado por proyectos como Biscarrués o Almudévar, pero que todavía hoy nos aporta tantos valores ambientales a los habitantes de Aragón.

jueves, 14 de marzo de 2013

Mularroya y el impacto ambiental

Esta semana el Tribunal Supremo ratificó íntegramente la sentencia de la Audiencia Nacional que anula el proyecto y la Declaración de Impacto Ambiental del embalse de Mularroya. Se ubica en la provincia de Zaragoza, la presa y el embalse afectan al río Grío y el agua se derivaría desde el río Jalón.
Está claro que los impactos que provocaría este embalse son irreversibles sobre zonas protegidas de Red Natura 2000, de ahí la sentencia que anula el proyecto. Y esto sin tener en cuenta los gravísimos impactos geomorfológicos en el río Grío, mucho menos valorados en el estudio de impacto ambiental.
Lamentablemente hace años que se iniciaron las obras y la propia presa, que está a medias, de manera que los daños en el cauce del río Grío son ya enormes. Aquí se ha cometido, por tanto, un grave error y un enorme despilfarro de dinero público. ¿Cómo se inician unas obras cuando el EIA señala impactos irreversibles y con una DIA sometida a un proceso judicial?
Lo más curioso del caso es que todos los partidos políticos con representación en Aragón están a favor del proyecto y se llevan las manos a la cabeza porque uno de los pocos embalses que cuentan con consenso político no se pueda realizar. Para nada les preocupa el hecho (innegociable políticamente) de que hay unos impactos ambientales que impiden el proyecto. Una vez más se desprecia todo el procedimiento de evaluación de impacto ambiental. Y claro, en consonancia con esta posición política, la Confederación Hidrográfica del Ebro, lejos de descartar el pantano y restaurar todo lo que se ha estropeado ya con las obras, anuncia que va a redactar urgentemente un nuevo proyecto que pueda superar con rapidez una nueva declaración de impacto ambiental.
¿Qué les cuento a mis estudiantes en las clases sobre la evaluación de impacto ambiental? ¿Que todo es una gran mentira? ¿Que los políticos y gestores quieren declaraciones de impacto a la carta y a su gusto para poder ejecutar sí o sí ciertos proyectos? ¿Que si una vez sale mal se hace una segunda vez y las que haga falta? Los espacios naturales dañados están ahí y van a seguir estando ahí. La presa, aunque la hicieran con los métodos más avanzados y respetuosos va a destrozar dos ríos. Por favor, un respeto por el procedimiento de evaluación de impacto ambiental, que afortunadamente existe, es obligatorio, debe ser serio y científico y, les guste o no a los políticos del consenso, debe ser vinculante.

viernes, 25 de enero de 2013

 

Una demanda recurrente

Cada vez que asistimos a la crecida de un río emergen las voces de los habitantes ribereños −alcaldes, agricultores y cualquier persona de la calle− reclamando la “limpieza” del cauce y asegurando, además sin ningún género de duda por su parte, que la inundación está siendo grave “por culpa de que el río no está limpio”.

Esta interpretación popular de los hechos, tan errónea como abrumadoramente unánime, resulta muy llamativa y se manifiesta en ríos grandes y pequeños y en cualquier rincón de la Península. Los medios de comunicación, además, no la ponen en duda, y constituyen un altavoz permanente de esta demanda.

La idea de que “hay que limpiar el río” está, por tanto, profundamente enraizada. Quizás provenga de esa mentalidad ancestral de tantas labores de manejo tradicionales, como eliminar la maleza y mantener “limpios” los bosques para que no se quemen. Quizás sea porque en el pasado los cauces se “limpiaban” con frecuencia y sin contemplaciones, sabiendo que no servía de nada, a modo de “actuación placebo”, pero se hacía para mantener callado y agradecido al personal y para ganar votos. En una encuesta reciente en Francia solo los mayores de 65 años siguen planteando esta medida para luchar contra las inundaciones (“es algo simbólico, la tradición, aunque no sea efectivo”). Quizás sea porque en España aún se sigue haciendo cuando se puede, es decir, cuando se pueden evitar o regatear las normativas ambientales. Así, los gestores públicos se acogen a los procedimientos de emergencia (sinónimo de ausencia de control ambiental) tras cada crecida para meter las máquinas “limpiadoras” en el río. Quizás sea que hay intereses económicos en estas prácticas, dinero público disponible para ello y fuerte presión desde las empresas del sector a los organismos de gestión. Quizás sea también porque es difícil para los afectados convivir con las inundaciones y se aferran al recurso de pedir, que es gratis, y si la “limpieza” se aprueba saben que no les va a costar un euro.

Sea cual sea la causa, no hay crecida en la que no se demande la “limpieza del río”, incluso con mayor intensidad que otras típicas frases recurrentes como “si no fuera por los embalses esto habría sido una catástrofe”, “qué pena, cuánta agua se va a perder en el mar” o “vamos a eludir las trabas ambientales para ayudaros”, pronunciadas sin rubor por políticos y gestores de turno.

El tinglado está montado así. Y, desde luego, las aseveraciones de los científicos contra estas malas prácticas poco o nada se tienen en cuenta.

¿En qué consiste realmente limpiar un río?

Habría que poner siempre “limpiar” entre comillas, porque es una expresión inexacta aunque sea tan tradicional. Realmente limpiar es eliminar lo que está sucio, por lo que en este caso este verbo debería restringirse a eliminar la basura (residuos de procedencia humana) que pueda haber en los ríos.

Pero cuando se pide ”limpiar un río” no se pretende liberarlo de basuras, sino eliminar sedimentos, vegetación viva y madera muerta, es decir, elementos naturales del propio río. Se demanda, en definitiva, agrandar la sección del cauce y reducir su rugosidad para que el agua circule en mayor volumen sin desbordarse y a mayor velocidad. Este es uno de los objetivos de la ingeniería tradicional, por lo que hay abundante teoría y experiencia al respecto, y se basa en una visión del río muy primaria y obsoleta, simplemente como conducto y como enemigo, en absoluto se contempla como el sistema natural diverso y complejo que realmente es.

Técnicamente, por tanto, “limpiar” es intentar aumentar la sección de desagüe y suavizar sus paredes o perímetro mojado, es decir, dragar y arrancar la vegetación. Y para ello se destruye el cauce, porque se modifica su morfología construida por el propio río, se rompe el equilibrio hidromorfológico longitudinal, transversal y vertical, se eliminan sedimentos, que constituyen un elemento clave del ecosistema fluvial, se elimina vegetación viva, que está ejerciendo unas funciones de regulación en el funcionamiento del río, se extrae madera muerta, que también tiene una función fundamental en los procesos geomorfológicos y ecológicos, y se aniquilan muchos seres vivos, directamente o al destruir sus hábitats. En definitiva, el río sufre un daño enorme, denunciable de acuerdo con diferentes directivas europeas y legislación estatal.

Estas prácticas se realizan con maquinaria pesada, sin vigilancia ambiental, sin información pública y sin procedimiento de impacto ambiental. En nuestro país siguen siendo muy generalizadas y constituyen una de las principales causas de deterioro de nuestros valiosos ecosistemas fluviales. Por poner un ejemplo, en 2005 −época de “vacas gordas”−, se “limpiaron”, es decir, se destruyeron salvajemente, 150 km de cauces solo en la pequeña cuenca del río Arba (provincia de Zaragoza), invirtiendo mucho dinero para el que en aquel momento no supieron encontrar un mejor destino. Hoy algunos de esos cauces masacrados no han podido recuperarse todavía, pero otros sí lo han hecho, presentando de nuevo un aspecto afortunadamente bastante natural, por lo que si ahora hubiera dinero podrían ser objeto de una nueva e inútil actuación de “limpieza”.
 

Una acción inútil y contraproducente

Los daños geomorfológicos y ecológicos provocados por las “limpiezas” fluviales son enormes y justifican por sí mismos que estas prácticas deberían estar radicalmente prohibidas. Pero es que, además, son acciones que en nada benefician al medio socioeconómico, a aquéllos que las demandan.

En primer lugar las “limpiezas” son inútiles, ya que en el siguiente episodio de aguas altas o de crecida el río volverá a acumular materiales en las mismas zonas “limpiadas”, recuperando en buena medida una morfología muy próxima a la original. Si se draga el cauce, en las primeras horas de la siguiente crecida sedimentos movilizados rellenarán los huecos. Si solo se piensa a corto plazo, a unos meses vista, sí puede que se haya ganado una poca capacidad de desagüe. Pensemos que en grandes ríos eliminar una capa de gravas de su lecho aumenta mínimamente la sección de la corriente desbordada, es un efecto despreciable. En el río Ebro, si se dragara rebajando 1 metro el fondo del lecho en el cauce menor, para una crecida de 2.000 m3/s y teniendo en cuenta el campo de velocidades, tan solo bajaría el nivel de la corriente unos 8 centímetros en la misma sección dragada. A medio y largo plazo la inversión no habrá valido la pena y si se quiere mantener dicha capacidad de desagüe habrá que seguir “limpiando” una y otra vez. Tras la pequeña crecida de 2010 se dragó el Ebro en varios puntos (126.000 m3) y hoy durante la crecida del Ebro de enero de 2013 se está pidiendo insistentemente que se vuelvan a dragar los mismos puntos. “Limpiar” el río es tirar el dinero, es un despilfarro que no puede admitirse en estos tiempos. Y no cabe ya ninguna duda de que dragar cauces y arreglar las defensas tras cada crecida cuesta más dinero que indemnizar las pérdidas agrarias.
 

En segundo lugar las “limpiezas” son contraproducentes, ya que pueden provocar numerosos efectos secundarios muy negativos. Los solicitantes van cada vez más lejos y llegan a demandar “limpiezas integrales” de ríos enteros para evitar cualquier inundación, dragados profundos del cauce en toda regla. Los efectos, tanto si se ejecutaran estos dragados como si se practicaran “limpiezas” locales repetidas sobre un mismo tramo, serían rápidos e implacables: erosión remontante, incisión o encajamiento del lecho, irregularización de los fondos, descenso del freático (con graves consecuencias sobre la vegetación y sobre el abastecimiento desde pozos), descalzamiento de puentes, escolleras y otras estructuras, muy probables colapsos si el sustrato presenta simas bajo la capa aluvial, etc. En suma, los daños pueden ser mucho más costosos que los bienes que se trataba de defender con la “limpieza”.


La falsa percepción de que el cauce se eleva

En algunos tramos fluviales se demandan “limpiezas” porque consideran que está elevándose el cauce. Generalmente esos procesos de acreción o elevación del lecho por acumulación sedimentaria no son ciertos. Sí pueden crecer en altura algunas barras sedimentarias, que se consolidan con la colonización vegetal. Pero son crecimientos locales que el río compensa en la propia sección transversal, es decir, si crece una barra (adosada a la orilla o en forma de isla) la corriente se hace paso profundizando en el lecho al lado de la barra, con lo que la capacidad de desagüe sigue siendo la misma.

En ríos de llanura los ribereños afirman, para justificar las demandas de “limpieza”, que con crecidas pequeñas cada vez se inundan más campos. Esto no se debe a la supuesta elevación del cauce, sino al hecho, constatado por ejemplo en el curso medio del Ebro, de que se inundan terrenos muy alejados del cauce por la presión del agua desde el freático. Esto es causado por contar con defensas en ambas márgenes que comprimen el flujo y lo inyectan con fuerza a las capas subterráneas, de manera que la crecida se expande antes hacia los laterales bajo el suelo que en superficie. Este proceso es más intenso cuanto más lenta sea la crecida y encontramos aquí uno de los múltiples problemas generados por la regulación. En los grandes ríos se juega ahora tanto con la gestión de los embalses de sus subcuencas que se deforman totalmente las crecidas naturales, de manera que para evitar que coincidan las puntas de cada afluente se termina generando una crecida con la menor punta posible (para evitar daños en poblaciones) pero, en consecuencia, muy larga en el tiempo, tardando varios días en pasar esos caudales, lo cual es mucho más perjudicial para la agricultura. Pues bien, estas crecidas tan lentas recargan los acuíferos aluviales con gran eficacia, generando estas cada vez más frecuentes inundaciones freáticas de amplias extensiones.

Por la misma causa antrópica, en casos puntuales y muy locales, y siempre en tramos regulados y defendidos, el cauce sí puede crecer ligeramente por acumulación de materiales. Se debe a que se ha constreñido el río con las defensas y a que la regulación de caudales impide la correcta movilidad y transporte de los sedimentos. Hay que reflexionar, por tanto: si se quieren mantener los actuales sistemas de defensa con diques longitudinales habrá que aceptar ciertas consecuencias, como que la carga sedimentaria no pueda expandirse en la llanura de inundación y se mantenga dentro del cauce. Y si se quiere tener embalses reguladores, cada vez más y mayores, habrá que aceptar la abundante vegetación que favorecen en los cauces aguas abajo. En suma, si hubiera más crecidas naturales la vegetación crecería menos y los sedimentos se clasificarían mejor, y si retiráramos las motas se distribuirían más los sedimentos lateralmente. Pero la propia invasión humana del espacio del río y el empeño por regular y controlar los caudales han sido las causas de que los cauces estén en permanente ajuste frente a los impactos que sufren y presenten unas características que hoy se consideran negativas cuando llegan los procesos de inundación.

La limpieza la hace el río

Y es que son precisamente las crecidas fluviales los mecanismos que tiene el río para “limpiar” periódicamente su propio cauce. Y el río lo hace bien, mucho mejor que nosotros, tiene centenares de miles de años de experiencia. El sistema fluvial es un sistema de transporte y de regulación. El cauce sirve para transportar agua, sedimentos y seres vivos, y con su propia morfología diseñada por sí mismo, y con la ayuda de la vegetación de ribera, es capaz de auto-regular sus excesos, sus crecidas. Este sistema natural es mucho mejor y más eficiente que el que hemos creado con los embalses y las defensas. Deberíamos intentar imitarlo dando mayor espacio al río y regulándolo menos, dejándole cuantas más crecidas mejor. Todo lo contrario de lo que se está haciendo con la chapuza de las “limpiezas”.

Las crecidas distribuyen y clasifican los sedimentos y ordenan la vegetación, la colocan en bandas. Esto sí que es realmente limpiar, renovar el cauce. También lo limpian de especies invasoras y de poblaciones excesivas de determinadas especies, como las algas que han proliferado en los últimos años en tantos cauces. Cuantas más crecidas disfruten, mejor estarán nuestros ríos.

Sí que podemos ayudar al río en sus labores de limpieza, simplemente retirando basuras del cauce residuo por residuo, manualmente, sin emplear maquinaria, o bien retirar madera muerta de puentes o represas donde haya quedado retenida y pueda incrementar el riesgo, reubicando esa madera en el interior de bosques de ribera para que siga cumpliendo su función en el ecosistema fluvial. Estas sí serían buenas prácticas de limpieza y mantenimiento.


Vamos a ver si por fin se entra en razón, se dejan de demandar “limpiezas”, se piensa un poco más en cómo funciona un río y en qué se puede hacer para gestionarlo mejor, y se buscan soluciones civilizadas frente a las inundaciones, soluciones no de fuerza contra el río, sino de ordenación del territorio, como indica la directiva europea de inundaciones. Hay que mirar más allá del corto plazo, porque inundaciones va a seguir habiendo, las habrá siempre, y las zonas inundables, por definición, se inundan y se inundarán siempre.

Conclusión final

La “limpieza” es una actuación destructiva del cauce que no sirve para reducir los riesgos de inundación y que puede originar graves consecuencias tanto en el medio natural como en los usos humanos del espacio fluvial. Es necesaria una labor continua de concienciación y educación para conseguir que las sociedades ribereñas renuncien a este tipo de acciones y promuevan mecanismos alternativos de gestión y convivencia con el riesgo.