viernes, 2 de octubre de 2015

RECRECEN LAS MOTAS DEL EBRO: UNA IMPRUDENTE HUIDA HACIA ADELANTE

Me cuentan varios amigos que ya se han ejecutado buena parte de las obras de emergencia en el Ebro tras la crecida de marzo. Se han reparado las numerosas defensas dañadas, pero además han elevado más las motas, las han recrecido algunas decenas de centímetros en muchos tramos.
Sabemos que el hombre es el único animal capaz de tropezar cientos de veces con la misma piedra, pero esto de las motas es ya demasiado. Las motas han demostrado su inutilidad en cada crecida y nos suponen a todos un coste elevadísimo en mantenimiento y continua reparación. No protegen, se colapsan, incrementan los daños donde se rompen y prolongan la inundación de los campos, incrementando los daños a los cultivos. Las motas no impiden la inundación, que va entrando por debajo, por el freático, o bien por las roturas o por las acequias. Pero luego, cuando la crecida baja, impiden que el agua encharcada detrás, en los campos, pueda retornar al cauce, porque es agua sin corriente, sin energía, sin capacidad para atravesar la mota ni un freático aún elevado.

En esta foto de Pilar Cabrero tomada en Juslibol tres días después de la punta de la crecida de marzo se observa cómo el nivel de la corriente en el cauce ya había bajado notablemente, mientras los campos permanecían anegados de una agua atrapada que no podía regresar y ser laminada. Así, la inundación aún duró varios días más.
El sistema de defensa con motas es demostradamente inútil y obsoleto. Recrecerlas es tirar el dinero y provocar más problemas en la próxima. Es la típica huida hacia adelante de los que no quieren coger la sartén por el mango y se escudan en las demandas irreflexivas político-sociales de rápida actuación y en la absoluta ausencia de control ambiental y técnico de las obras de emergencia. A lo cual habría que añadir lo imprudente de la medida, que ayuda a consolidar usos inadecuados en la zona inundable, por cuanto las motas recrecidas dan una falsa imagen de seguridad que tranquilizará (solo hasta la próxima crecida) a los propietarios.
Y para poner la guinda a la chapuza de las motas recrecidas, también me cuentan que están entrando las máquinas en el cauce del Ebro en varios puntos para acometer los dragados-placebo, otra muestra habitual de inutilidad, despilfarro y falta de conocimientos.