domingo, 13 de octubre de 2024

MALAS TRADICIONES Y RAMBLAS A LAS QUE CONVIRTIERON EN CALLES

Típicos del verano, que ya ha pasado, hay aspectos que nos anclan al pasado y evolucionan poco y mal, reflejo de un mundo que no se conciencia, que no avanza, como si el tiempo se detuviera en verano para repetir las tonterías de todos los veranos anteriores. Pero me voy a centrar solo en tres aspectos concretos tras este verano de 2024. 

El primero es la forma actual de hacer turismo, basada en recomendaciones de influencers y en coleccionar selfies, abarrotando lugares determinados, dañando su naturaleza, a la que se falta el respeto. Bañarse en espacios protegidos riéndose de las normas, invadir cauces y pozas, alterando su geomorfología haciendo represas, o levantando esas ridículas torrecitas de cantos y gravas superpuestas que se han puesto de moda en ríos y costas. No hay ningún interés por aprender, por integrarse en el paisaje, por disfrutar conociendo, observando; hay que hacer tonterías para poder sacar la foto llamativa. Como ese público de las pruebas ciclistas que se disfraza y hace el memo para sacarse la foto, importándole un rábano el deporte y poniendo en riesgo a los ciclistas. ¿Cómo frenar todo esto? Y no intentes comprar un libro, ya ni tan siquiera hay tiendas de souvenirs, no queda más que el turismo simplón de comer, beber y hacerse selfies en lugares masificados. 

A estas malas costumbres del verano sumamos “nuestras tradiciones” aún peores, en especial las asociadas a la barbarie de los toros y la tortura animal. Festejos taurinos y vaquillas por todas partes, fomentados y publicitados a tope en los medios de comunicación con dinero público, incluyendo retransmisiones televisivas en horario infantil. Esa gran vergüenza que mantienen "porque es la tradición". ¿Cuándo acabará esto, cuándo nos convertiremos en una sociedad avanzada que elimine de una vez estas tradiciones malas, casposas, asquerosas? 

Ya está bien, memoria sí, tradición no. La memoria es una responsabilidad y un legado para aprender y no volver a cometer errores del pasado, pero la tradición no puede ser un ancla inamovible, tenemos que luchar por eliminarla si es negativa, recordarla para no repetirla, y eliminarla.

En tercer lugar, el verano concluyó con tormentas, como correspondía y era de esperar, y ha seguido con un inicio de otoño con eventos lluviosos. Y ahí está de nuevo la imprudencia compartida, la falta de memoria y de conciencia, la falta de respeto a los fenómenos naturales, a los que se echa la culpa. Se repiten hasta la saciedad los dos mantras erróneos de siempre: “nunca hemos vivido nada igual” y “esto pasa porque los ríos están sucios”. Y los medios de comunicación nos deleitan con titulares como “¡calles convertidas en ríos!”. Cuando la realidad es la contraria: son las ramblas y los ríos los que fueron convertidos en calles, a base de soberbia y pelotazos, nefasto urbanismo y una inexistente ordenación del territorio. Y luego cuando llueve los ríos y las ramblas demuestran cuál es su espacio, nada más. Y así nos despedimos del verano.

De la matraca de las tradiciones taurinas y de las tormentas inexplicables pasaremos en un par de meses a la matraca del esquí estratégico para seguir justificando y poniendo cañones de nieve, otro turismo de lo más “sostenible”. Hasta que llegue el nuevo verano, el de 2025, y volvamos al mismo turismo tonto, a las mismas malas tradiciones, que para eso es la costumbre, y a que las ramblas vuelvan a evacuar el agua de lluvia, que es lo que tienen que hacer.

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