Hace un mes ya salió a la luz un inventario realizado por la Confederación Hidrográfica del Ebro de "sumideros de áridos" (curiosísima y totalmente novedosa denominación a nivel "científico" mundial) en el curso medio del Ebro en los que potencialmente se podrían sacar gravas del cauce.
Hoy en Heraldo de Aragón y a página completa se publicita la genial idea bajo el título "La CHE plantea generalizar las limpiezas de cauce en el tramo medio del Ebro" (por cierto, oportunísima la cita de Shakespeare que encabeza la página: «Los actos contra la naturaleza engendran disturbios contra la naturaleza», nada más cierto, y así nos irá si este "proyecto" se lleva a cabo).
Los responsables de la propuesta aciertan (nos han leído ya muchas veces a los muchos científicos que trabajamos en esto) sobre las causas de la problemática de la acumulación de sedimentos y vegetación en el curso medio del Ebro: en efecto, la reducción de crecidas por la regulación, el incremento de nutrientes y unas motas continuas que cada vez constriñen más el cauce, son responsables de que en algunos sectores se hayan consolidado los depósitos sedimentarios y las gravas no puedan ser bien movilizadas por el río. Se habla de otro factor más hipotético (reconocen que no lo han estudiado bien): un supuesto incremento de sedimentos desde la corta artificial de meandros en el bajo Arga (se dice en el artículo que se hizo en los años 60 pero fue en los 80). O sea, que el río está mal y tiene dificultades en el transporte y la sedimentación por efecto de embalses, motas, agricultura e imprudentes canalizaciones. Me alegro mucho de que por fin se reconozca.
Ahora bien, la solución planteada no es, como debería ser, regular menos desde los embalses, eliminar las motas o echarlas atrás, depurar los vertidos agrarios y restaurar los antiguos meandros del Arga. Ni mucho menos. La solución que plantean es seguir atentando contra el río, una huida hacia adelante, dragar, eliminar nada menos que 170 playas de grava extrayendo más de 4 millones de metros cúbicos, muchos de ellos en espacios protegidos. Es una gran burrada, no puedo calificarla de otra manera. ¿Y para qué? Para beneficiar a unos pocos con intereses económicos en las riberas y en el propio negocio de las gravas o con intereses personales en progresar en su carrera política, y mientras tanto perjudicarnos a todos los demás, a todos los que queremos seguir disfrutando para nosotros y nuestros descendientes del gran patrimonio natural que son las gravas, que es el río. Porque las gravas son el río y el río es de todos, a pesar de que los medios de comunicación se esfuercen en las demagógicas consignas de hacer creer a todo el mundo que las "limpiezas" son buenas, que dan seguridad a la población y encima ahora generan empleo.
En fin, no merece la pena perder el tiempo escribiendo más ahora, ya se denunciará en Europa y donde haga falta cuando llegue el momento.
Ríos, ramblas, torrentes... son sistemas naturales complicados, cambiantes, libres, enormemente diversos y, por tanto, apasionantes. Hay que defenderlos de innumerables agresiones porque son lo más valioso que tenemos y al mismo tiempo lo más dañado.
viernes, 23 de agosto de 2013
viernes, 9 de agosto de 2013
Tras las sanas crecidas… las chapuzas destructoras
Soy un río cualquiera. He tenido mi crecida, con la que he
evacuado lluvias y deshielos, me he limpiado, he distribuido alimentos, he
fertilizado, he creado hábitats, he movilizado sedimentos y los he dejado en el
mejor sitio, preparados para que la siguiente crecida los siga llevando aguas
abajo. La crecida es salud, no puedo vivir sin ella, ni yo ni todos los seres
vivos que me acompañan. Esto incluye al Homo
sapiens, aunque la mayoría de ellos no lo entiende.
Pero todos los ríos que en los últimos meses hemos tenido
esta gran suerte de vivir una crecida estamos sufriendo ahora las típicas
chapuzas de los que dicen que tienen competencias sobre nosotros, y aquí
estamos con las máquinas dentro del cauce. A mi hermano Ebro que, gracias a sus
crecidas del pasado invierno, este verano casi no tiene algas ni mosca negra, le
han metido máquinas porque dicen que ha colocado las gravas donde no debiera, y
encima resulta que rompió alguna defensa, de esas que tanto molestan
estrechando y no dejando que el río se regule él solo con toda su sabiduría de
miles y miles de años. A mis hermanos pirenaicos que se desbordaron en junio (y
qué culpa tienen de que hayan llenado de edificios sus espacios de inundación) les
están haciendo ahora de todo: máquinas arriba y abajo, gravas y bloques que
quitan de aquí y recolocan allá, desvíos, ampliaciones de la capacidad de
desagüe, en fin, de risa, como si los ríos no supiéramos por dónde tenemos que ir.
Y en Castiello de Jaca, donde habían chapuceado hace unos meses, esta nueva crecida
aunque más pequeña se filtró y encharcó las casas y casi vuelve por donde
debiera. Me cuentan que todas estas chapuzas están gustando mucho a residentes
y veraneantes, que comentan “ya era hora de que lo limpiaran”, “mira, mira,
pues con esto se está generando empleo”. Claro, es muy visual, lo cual encanta
también a los políticos. Qué le vamos a hacer, los humanos de estas tierras saben muy poco de
lo que es un río y están encantados con todo este chapuceo, aunque se financie
con el dinero de todos. Creo que en Francia pasa menos, allí en los mismos días
de junio se desbordaron también los ríos pirenaicos, incluso quedaron varias
carreteras cortadas que aún no han podido reparar, están en ello y tienen para
meses. Pero allí el dinero público ha ido a arreglar las carreteras y no a
meter máquinas en el cauce para chapucear.
En fin, vamos a disfrutar ahora de los estiajes (son mis
vacaciones, trabajo menos, aunque estoy de guardia por si tengo que evacuar
alguna tormenta) y a esperar a la siguiente crecida que nos volverá a dar vida
y al siguiente chapuceo posterior, porque estos no cambian.
Termino con un aviso a los investigadores en geomorfología
fluvial del futuro (si quedan ríos dentro de 200 años y si quedan geomorfólogos
fluviales): no os volváis locos analizando los depósitos de sedimentos, veréis
que hay huellas de crecida junto con restos raros de materiales removidos colocados
en sitios extraños, no fue el río el que lo hizo sino los chapuceros que vinieron
con las máquinas unos días después de la crecida; observad que encima hay una
nueva capa que muestra que el río dejó cada cosa en su sitio, hasta que volvieron
de nuevo estos chapuceros; y además de estudiar los registros sedimentarios leed
blogs como este, que intentaban contar lo mal que se trataban los ríos por los
humanos a comienzos del siglo XXI.
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