El Pirineo central es un patrimonio natural de valor inmenso,
incalculable, con los últimos glaciares, formas de relieve espectaculares y
espléndidos ecosistemas de gran diversidad.
Pero el Pirineo central está sometido a fuertes presiones
que ansían sobreexplotar sus recursos, sobre todo de agua y de espacio. Primero
fueron los embalses, los aprovechamientos hidroeléctricos, las innumerables
presas para retener sedimentos, todo lo cual destruyó centenares de kilómetros
de cauces fluviales. La mayoría de los ríos pirenaicos sufren esas agresiones
como enfermos crónicos sin solución.
Luego llegó el “holding” de la nieve consumiendo también
agua y terreno. Este negocio, que dará sus últimos coletazos en próximas
décadas si se confirma el cambio climático, ya ha generado destrozos tan
obscenos como el de Espelunziecha, y está a la espera de poder hincar el diente
en proyectos temibles para nuestras montañas, como la ampliación de Cerler por
Castanesa. La última “gran idea” es la unión de las estaciones de esquí de los
altos valles del Aragón y del Gállego, unión planteada a través de espacios
protegidos de gran valor, fomentada y publicitada a bombo y platillo por el
gobierno autonómico y aplaudida por los medios de comunicación aragoneses y por
el clima general que se congratula de todo lo que sea crear riqueza y empleo a
costa de lo que sea.
A los que amamos estas montañas este proyecto nos genera una
muy honda preocupación. Como a mi colega el gran geógrafo Eduardo Martínez de
Pisón, que hace unos días nos envió el breve artículo de opinión firmado por D.
José María Sanchis Bielsa, que adjunto a esta entrada, un artículo que nos alerta
sobre un peligro nuevo a añadir a nuestro Pirineo, el de la moda interesada de
las carreras de montaña.
Demasiadas preocupaciones para un universo pirenaico
tan frágil y para los que queremos conservarlo para las generaciones futuras.